Isla de la Juventud:
La Evangelista, primer nombre que le dio Cristóbal Colón a la Isla de la Juventud, sirvió por espacio de 400 años a piratas y contrabandistas como base para sus fechorías, hasta su renacimiento con el triunfo revolucionario de 1959. Conocida hasta 1975 como Isla de Pinos, recibió a partir de esta fecha su nombre actual en justo reconocimiento a los miles de jóvenes que allí estudiaron y desarrollaron su labor creadora.
Tierra del cítrico y la cerámica, en la época de floración de las plantaciones el olor a azahares domina el aire en una señal de la venidera cosecha de toronjas y naranjas, muy demandadas por consumidores de todo el planeta.
En el plano submarino se localiza un arrecife coralino de extraordinaria belleza, virginidad y diversidad de especies, con numerosas esponjas tubulares y abundantes cuevas, todo ello válido para la actividad del centro de buceo El Colon, donde se ofertan inmersiones diurnas y nocturnas, fotografía submarina y facilidades de marina con atraques para 15 embarcaciones con servicios de agua potable, electricidad, combustible y otros.
Impresionantes además resultan sus playas y selvas compactas pobladas de pedregales, frondosas palmeras y manantiales de aguas sulfurosas muy apreciados por los visitantes.
En el aspecto histórico, los amantes de las tradiciones disponen del Museo Finca El Abra, declarado Monumento Nacional que atesora muestras de la estancia del Héroe Nacional José Martí en el lugar, así como algunos de sus objetos personales.
A los atractivos ofrecidos por la playa Bibijagua, famosa por sus arenas negras debido a la acción erosiva del mar sobre las rocas de mármol, se suman el baile típico del Sucu-Sucu y el célebre sistema cavernario en la playa de Punta del Este, declarado Monumento Nacional por su valores históricos.